jueves, 3 de marzo de 2011

El híbrido nocturno.



Martes, pasada la media noche, conduciá mi maverick por encima de los límites de velocidad, mientras escuchaba “Pablo Picasso” de los Modern Lovers.  Por lo regular los martes son los días que menos gente transíta por la ciudad, las calles están semi vacias y puedo sentir los ocho cilindros de mi auto.  ¿Mi objetivo?, Tomar un trago en un bar de mala muerte.
Me gusta encontrar bares poco comunes con  historias tan crudas como la vida.
Apagué las luces y el motor del auto, este seguía deslizandose sobre el pavimento mojado.
Quedé varado frente al número ciento veinte de la calle de Bolivar, en el centro de la gran capital.
Estaba ahí, frente a uno de los lugares más emblemáticos de la vida nocturna de antaño.
La fachada del lugar tiene cierto parecido con un cinema antiguo, en la entrada siempre hay un par de cadeneros con cara de matones, luces rojas y una pizarra maltrecha mencionando la “variedad” del lugar.  En la parte alta del edificio, puedes observar un letrero viejo y oxidado, el cual  le da un caracter único al bar.
El letrero con luces parpadeantes intentaban decirme que me encontraba en el lugar indicado. Estaba por entrar a uno de los más grandes y mugrosos puteros de la ciudad, con más de setenta años de servicio, mejor conocido como: CLUB SAVOY.

Como todo buen cabaret y más si es de mala muerte, la gente de seguridad piden una revisión para verificar que uno no porte armas, esto  para cuidar la integridad de la clientela.  Ahora que lo pienso, los bares de Polanco tienen los mismos procedimientos, seguramente son puteros, pero mucho mas pretenciosos.
El Club Savoy, según me cuentan algunas personas de edad avanzada, era un cabaret de ficheras, un lugar de renombre. Asistían a él grandes personalidades. Seguramente estuvieron sentados ahí William Burroughs y Jack Keruac durante su estancia en la ciudad de México,  quizás sacando alguna historia que haya quedado en sus escritos.
Hoy, no es más que un hoyo con venta de alcohol y sexo, un híbrido entre un table dance y un cabaret de ficheras, sin ningún rumbo fijo, un lugar decadente, con olor a sudor, perfume barato, luces en tonos rojos, cuerpos de mujeres gastados por la vida. Puedes escuchar risas y gritos de las putas, que intentan sacar ventaja de la clientela, y de ebrios que intentan abusar de las chicas. Es como un cuento de Bukowski

¡Bienvenido caballero! ¿Podría hacerle una revision? – Preguntó uno de los cadeneros, mirandome como si fuera su peor enemigo.
-       ¡Venga! – Respondí, mientras me daba la vuelta y levantaba los brazos.
-       Pase usted, ¿Gusta dejar una propina? . Ahora sí, el gran hijo de puta me sonreía mientras estiraba la mano para dejarle un billete.

Con todas las ganas del mundo me hubiera gustado contestarle esa bella frase nacional, tan auténtica y fresca que dice así: ¡Güevos Puto!. Pero seguramente hubiéra recibido la madriza de mi vida, así que saqué un billete de cincuenta pesos y lo puse sobre su mano.

Camino un poco por el inframundo y me siento en una pequeña mesa frente a la pista donde había una chica regordeta intentrando hacer un baile erótico. En el lugar habíamos no más de veinte clientes. El interior changarro es un asco, por eso mismo que me interesa. Me gusta observar gente con historias verdaderas, que superan a los güiones de cualquier película.

Una vez sentado en mi mesa, se acercó una chica de muy mal ver diciendo:
-       ¡Hola guapetón! ¿Quieres compartir mesa conmigo?.
Al escuchar esta frase, lo primero que se me vino a la mente fue la imagen de Mafafa Musguito tratandome de ligar. No podía dejar pasar una oportunidad de oro, tomar un trago con Mafafa, sería un lujo.
-       ¡Sientate!, respondí con una sonrisa en la cara.
-       ¡Invitame un trago guapetón! Me sonrió, mientras me guiñaba un ojo.
-       ¿Qué quieres tomar Mafafa? Respondí
-       ¡Yo no me llamo Mafafa, me llamo Yarely!
-       Perdón Yarely, no sabía cómo te llamabas, pero ahora ya lo sé.
-       Ok. Me miró ya sin sonrisas.

Se acercó el mesero y con mucho aplomo preguntó: ¿Qué va a querer el Caballero?
-       Primero las damas. Respondí mientras señalaba a Yarely
-       ¡¡¡Ayyy qué lindo!!! Respondió Yarely en un tono afresado mientras me tomaba de la mano.
-       ¡Quiero un Viejo Vergel con cola!
-       ¿ Y para el Caballero? Preguntó el mesero.
-       ¡Traigale otro igual! Respondió por mi la chica.

No sé porque dejé que aquella princesa del bajo mundo, decidiera por mí.

-       Yo no tomo ese tipo es tipo de bebidas. Exclamé ya que se había marchado el  mesero.
-       ¡Ay manito! ¡No seas fresa! ¿Tons qué tomas? Preguntó Yarely medio burlona.
-       Me gusta tomar Bourbon.
-       ¿Qué mamada es esa? Me cuestionó Yarely con una cara desencajada.
-       Es como un Whiskey. Respondí.
-       ¡Ay, no seas mamón manito, habla bien! Me respondío mientras sonreía y me dejaba ver que le faltaba un diente.

Llegó el mesero con nuestras bebidas servidas en el clásico vaso jaibolero, las puso sobre la mesa y se retiró. Para ser honestos nunca me había tomado un Viejo Vergel, siempre me ha gustado el trago, pero con estilo. La última vez que tomé barato, perdí la vista como 12 horas y juré no volverlo a hacer.
-       ¡Salud! Levantó Yarely el vaso, mientras yo miraba a la pista.
No dije nada, sólo choqué mi vaso con el de ella, regresé mi mirada a la pista y le dí un sorbo al brandy. El trago sabía exactamente a como se veía el lugar, era una mierda. No dije nada para no herir susceptibilidades.
En la pista había otra chica bailando, seguramente había tomado clases de baile afro-exótico con  Lyn May.
-       ¿Qué ves? Me preguntó  Yarely
-       Veo como baila tu compañera. Respondí
-       ¡Esa no es mi compañera, es una puta! Respondío Yarely mientras se levantaba de la mesa. Yo te voy a enseñar lo que es un baile.
Yarely se poso frente a mí, y comenzó a dar unos pasos demasiados exóticos, tanto que no se fijaba en el ritmo de la cumbia que sonaba. Era un desastre bailando. Comencé a reir, no podia parar, era como si me estuvieran torturando con cosquillas. Yarely dejó de bailar y puso sus manos sobre su cintura y molesta me preguntó:
-       ¿De qué te ries pendejo?
Yo no podía parar de reir, entre mi risa pude responder:
-       Ya lo he visto todo, estoy viendo bailar a Mafafa
-       Deja que veas esto puto. Yarely dejó caer su puño sobre mi cara.

Después no sé que pasó, sólo recuerdo que dos gorillas de seguridad me habían hechado del putero, obvio cobrandome el baile de Mafafa y los dos viejos vergerl.
Por el momento no he regresado, seguramente me tomará un tiempo volver al Savoy, y no es porque tenga miedo a que me corran del lugar,  sino que seguramente me encontaré a Yarely y no podré dejar de reir.




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