domingo, 10 de enero de 2010

Marión, dice que se llama Marión / parte 1

Cruzamos por esa puerta oscura, amplia, llena de guarros sintiéndose los dueños del putero. Al instante, percibí las risas de gente alcoholizada, luces que encienden y apagan al ritmo de una mala canción de pop. Al final del pasillo se veía la silueta de una mujer bailando al ritmo de la música. Ahí estaba ella ,esa chica de tez morena, ojos claros, grandes tetas y un espectacular culo. Su sonrisa brillaba de una manera anormal por la luz negra que reflejaba en su rostro, bailaba con ropa erótica sobre una pasarela de cristal.

El mesero nos asignó una mesa junto a la pasarela, el lugar estaba vacío. Solamente había un par de mesas más. En una de ellas había un tipo de saco y corbata, derrotado por el alcohol, probablemente era un empleado de hacienda , deprimido y ebrio, postrado sobre su mesa, esperando que algo fuera de lo común lo sacara de su despreciable vida.
En la otra mesa, había un grupo de hombres de dieferntes edades, jovenes y viejos, todos apendejados por el efecto de de tres botellas de ron, reían a carcajadas y molestaban a las bailarinas de su mesa. Las tocaban y observaban de una manera extremadamente libidinosa, como si nunca hubieran visto una mujer.

Dejé de observar las otras mesas para concentrarme en la hembra que bailaba untada en aceite sobre la pasarela. Estaba a menos de un metro de mi, me miraba fijamente mientras movía su cuerpo eróticamente. Olí perfectamente el perfune que emitía su piel .

Mientras la morena bailaba, se acercaron dos bailarinas más para que les invitaramos un trago. Mis dos amigos aceptaron y las invitaron a sentarse. Pedimos una botella de bourbon y para las damitas, dos vodkas. Las chicas comenzaron a insistirles a mis amigos para que les pagaran unos bailes privados.
Algo que realmente me caga de los puteros, es esa insistencia desmedida del personal (meseros , bailarinas y cigarreras) en querer enjaretarte algo, a toda pinche hora, sin dejar de disfrutar un maldito trago.

Volví mi mirada a la pasarela y la chica de tez morena había desaparecido, no me dí cuenta cuando terminó su acto. Miré por el lugar y ya no la ví. Tomé un sorbo de mi bourbon y suspiré.

Escuchaba la plática superficial y pendeja que tenía uno de mis amigos con una de las putas, cuando sentí una mano que tocaba mi espalda. Era un tóque delicado y sensual. Era ella, la chica morena que había terminado de bailar sobre la pasarela.

Sonrio y me dijo: ¿Me invitas a sentarme un rato?.
¡Claro!, respondí.
Jalé una silla y la coloqué junto a mi, y ella se sentó. Al instante se acercó el mesero y me preguntó:¿Quisiera invirale un trago a la dama?.
¡NO!, le contesté de tajo. El tipo se esfumó.

¿Estás enojado?.
¿Porqué tendría que estarlo?, respondí.
- Por la forma en que le contestaste al mesero.
- El cabrón no me agrada, siento que me quiere robar.
La chica sólo sonrio.

¿Cómo te llamas?, me dijo con una voz cachonda.
- ¿Qué más da?, no vas a recordar mi nombre cuando me vaya. Además ustedes nunca dicen el suyo. ¿Cuál es tu nombre? obvio, el artístico.
- MARION.
- Me gusta tu nombre artístico, aseguré con una sonrisa en la boca.

Uno de mis amigos se acercó y me preguntó al oido: ¿Qué te dijo está pinche vieja?, sonreí y con una voz alta respondí:

"MARIÓN, dice que se llama MARIÓN"

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